Desasosiego interno


  

   Se estremeció al entrar en el que ya no sería su hogar; sus lágrimas no aceptaban lo acontecido, consumiéndose ante cada rincón donde no volvería a verla descansar sobre sus canas marchitas. Entornaba sus ojos, que ya no volverían a sentirla. Su presencia, en cambio, permanecía como humedad en la madrugada, impregnando su porvenir. Un desorden aleatorio; no regresaría. Oía voces oscuras creadoras de insomnio. Un halo de su ser quedó plasmado entre los cuadros y las servilletas en las que escribía su nombre, con tanta delicadeza, tan increíblemente absorta…
Miró tras la ventana, ciega por los recortes de su alma destronada, y no pudo contemplar las flores sedientas, sinónimo de la desolación que la atormentaba, ejemplo fiel de su inesperada partida.
Decidió, entonces, apenumbrar la casa y dejarse caer en la sombra. Buscó lo ilógico y se acomodó sobre ello. Entró en la ajena habitación para rotar en el espacio vacío, observando a su alrededor miles de universos formados por átomos que volaban por toda la estancia sin pertenecer a un dueño.
-“Hemos sido víctimas de los rescoldos de mis propias espinas”- dijo en voz alta destrozando las palabras en terremotos internos. Cubrió sus dudas entre las manos con la esperanza de no ser encontrada. Se alejó; hundió su vida entre sus piernas, desquebrajando las vanidades convertidas en piedras del desierto, y las piedras en alma.
Pareció calmarse con la sequedad de las paredes que titilaban soledad y gritos mudos, haciéndole sentir minúscula en el terreno que pisaba. El único que conocía, el único en el que podía refugiarse. Y descorchó sus anhelos con la copa entre las manos, deseando desterrar de sus órganos todo el infierno que la atormentaría de por vida, debido a su falta de consciencia. Sus venas palidecían por la paz que iba a faltarle, por la agonía de no tocar la piel que le sanó las heridas, cuando se dañó a sí misma.
-“Los vertientes de su risa, ¿hacia dónde navegarían ahora? Si yo pudiera servirte de guía al igual que tú lo fuiste en los años brillantes en que tus ojos relucían… Recuerdo su luz, porque creí me atormentaba. Y su aroma… el único perfume que llevaré en las entrañas hasta el final de mis días. Y esos días, nefastos futuros que desearía presentes, ¿dónde os escondéis? ¡A más tardar no la alcanzaré en el sendero que ya debió tomar!”-.



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Desasosiego interno por Arantzazu Mora Bellido se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

Comentarios

  1. "Hemos sido víctimas de los rescoldos de mis propias espinas”: Una frase que sin dudas no olvidaré. Un relato breve que cumple con la más clásica regla de la literatura: Meno es más. Considero tú narrativa un regalo. Muchas Gracias.

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    1. ¡Muchísimas gracias por tu comentario! Tus palabras me han emocionado. Me alegro de que te guste :)

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